Según el papa Francisco, las Naciones Unidas han logrado importantes avances a lo largo de sus 70 años de historia, pero no han conseguido integrar a millones de excluídos “por la cultura del descarte”. ¿En qué consiste esta cultura del descarte? ¿Quiénes la sufren? Y, sobre todo, ¿cómo combatirla?
Analizamos doce puntos esenciales del discurso del papa Francisco en
la ONU con un lenguaje alejado de la corrección diplomática.
1. Las sociedades no pueden estar al servicio de ideologías, sino de personas.
La Historia reciente demuestra que las ideologías han sido mucho más
perjudiciales que positivas la Humanidad, porque no han puesto en el
centro a la persona. “El poder tecnológico, en manos de ideologías
nacionalistas o falsamente universalistas, es capaz de producir
tremendas atrocidades”, recalca Francisco.
Toda acción política debe estar presidida por la virtud de la
prudencia, “por un concepto perenne de justicia que no pierde de vista
en ningún momento que, antes y más allá de los planes y programas, hay
mujeres y hombres concretos, iguales a los gobernantes, que viven,
luchan y sufren, y que muchas veces se ven obligados a vivir
miserablemente, privados de cualquier derecho”.
2. No se puede hablar de dignidad humana si no hay mínimos materiales y espirituales: techo, trabajo, tierra, familia y libertad.
Miles de millones de personas en el mundo, entre ellas millones de
católicos, viven en la pobreza: los gobiernos fracasan cuando en sus
países no hay “mínimos vitales” para todos como la vivienda, el
alimento, el trabajo o el vestido… Entre estos mínimos hay que incluir
la libertad, incluyendo la libertad religiosa.
Conviene recordar que este último derecho no se puede ejercer
plenamente en los países de muchos jefes de Estado que este viernes
escuchaban el discurso del Papa.
3. No hay dignidad sin educación, ni educación sin familia.
Para lograr muchos de estos mínimos vitales de los que habla el Papa
resulta imprescindible la educación, particularmente en el caso de las
niñas. Pero la educación concierne no sólo a los Estados, sino a las
familias y a las organizaciones a las cuales las familias encomiendan
este cometido. Esta cuestión es uno puntos de los conflictos más
habituales entre la Iglesia y los estados nacionales.
De ahí que Francisco haya querido recordar que “el desarrollo humano
integral y el pleno ejercicio de la dignidad humana no pueden ser
impuestos. Deben ser edificados y desplegados por cada uno, por cada
familia, en comunión con los demás hombres y en una justa relación con
todos los círculos en los que se desarrolla la sociabilidad humana
–amigos, comunidades, aldeas y municipios, escuelas, empresas y
sindicatos, provincias, naciones–”.
Esto supone y exige el derecho a la Educación –también para las
niñas, excluidas en algunas partes-, que se asegura en primer lugar
respetando y reforzando el derecho primario de las familias a educar, y
el derecho de las Iglesias y de las agrupaciones sociales a sostener y
colaborar con las familias en la formación de sus hijas e hijos”.
4. “En la ONU no pueden existir mini-clubes exclusivos”.
Pocas veces la voz de los países pobres encuentra en la ONU la caja
de resonancia que necesitan. Esto provoca que la ONU parezca “un club
donde todos son iguales, pero unos más iguales que otros”.
Francisco reclama “la adaptación a los tiempos (...), progresando
hacia el objetivo último de conceder a todos los países, sin excepción,
una participación y una incidencia real y equitativa en las decisiones.
Esta necesidad de una mayor equidad vale especialmente para los cuerpos
con efectiva capacidad ejecutiva, como es el caso del Consejo de Seguridad, los organismos financieros y los grupos o mecanismos especialmente creados para afrontar las crisis económicas”.
No se puede combatir la exclusión social en el mundo, quiere decir
Francisco, si el organismo encargado de erradicarla está adormilado por
el “nominalismo declaracionista con efecto tranquilizador en las
conciencias”.
Alerta a la ONU con el peligro de la burocratización (“limitarse al
ejercicio burocrático de redactar largas enumeraciones de buenos
propósitos –metas, objetivos e indicaciones estadísticas indicadores
estadísticos) y el peligro de la simpleza: “creer que una única solución
teórica y apriorística dará respuesta a todos los desafíos”.
5. Es un contrasentido total que importantes países de la ONU sean potencias nucleares.
Las contradicciones de la ONU resaltan especialmente en este punto
que Francisco no ha querido pasar por alto. Ha aludido al preámbulo de
la Carta de las Naciones Unidas, que aboga por la solución pacífica de
las controversias. Pero al mismo tiempo, los mismos países que
promovieron esa carta acumulan y fabrican mortíferas armas de
destrucción masiva:
El Papa declara que “una ética y un derecho basados en la amenaza de
destrucción mutua –y posiblemente de toda la humanidad– son
contradictorios y constituyen un fraude a toda la construcción de las
Naciones Unidas, que pasarían a ser «Naciones unidas por el miedo y la
desconfianza».
Francisco exige que la ONU se empeñe “por un mundo sin armas
nucleares, aplicando plenamente el Tratado de no proliferación, en la
letra y en el espíritu, hacia una total prohibición de estos
instrumentos”.
6. El uso de la fuerza es una obligación para evitar matanzas.
La condena total a la guerra y a la proliferación armamentística no
contradice el uso de la fuerza legítima. El Papa cita su carta del año
pasado al secretario general de la Naciones Unidas: “La más elemental
comprensión de la dignidad humana obliga a la comunidad internacional
(..) a hacer todo lo posible para detener y prevenir ulteriores
violencias sistemáticas contra las minorías étnicas y religiosas” y para
proteger a las poblaciones inocentes.
Ingentes cantidades de población han tenido que salir huyendo de
numerosos conflictos étnicos y religiosos, cuyas consecuencias está
notando ahora Europa.
Cita “la dolorosa situación de todo el Oriente
Medio, del norte de África y de otros países africanos, donde los
cristianos, junto con otros grupos culturales o étnicos (...) han sido
obligados a ser testigos de la destrucción de sus lugares de culto, de
su patrimonio cultural y religioso, de sus casas y haberes”.
Eso sí, recuerda “que no faltan duras pruebas de las consecuencias
negativas de las intervenciones políticas y militares no coordinadas
entre los miembros de la comunidad internacional”. ¿Alusión implícita a
la invasión de Irak en 2003?
7. Hay que prestar más atención a las guerras no convencionales pero tan mortíferas para la humanidad.
Ha llamado la atención el comentario que el Papa ha dedicado al
problema del narcotráfico, cuyas consecuencias son en algunos casos tan
devastadoras e incluso más duraderas que las guerras. En efecto, en
palabras del Pontífice, se trata de “otra clase de guerra”, y “no
siempre tan explicitada pero que silenciosamente viene cobrando la
muerte de millones de personas”.
Francisco cita el rosario de actividades delictivas que acompaña al
narcotráfico: “Trata de personas, del lavado de activos, del tráfico de
armas, de la explotación infantil…”, y su extensión hacia “distintos
niveles de la vida social, política, militar, artística y religiosa,
generando, en muchos casos, una estructura paralela que pone en riesgo
la credibilidad de nuestras instituciones”.
8. La política debe gobernar a las finanzas y no al revés.
Para el Papa, la crisis económica que ha azotado a buena parte del
mundo desarrollado, y cuyos efectos aún son palpables en algunos países,
son una muestra de “un irresponsable desgobierno de la economía
mundial, guiado solo por la ambición de lucro y de poder”.
Cita la terribles consecuencias para países en vías de desarrollo: su
“sumisión asfixiante a sistemas crediticios que, lejos de promover el
progreso, someten a las poblaciones a mecanismos de mayor pobreza,
exclusión y dependencia”.
9. La protección del medio ambiente es un derecho humano.
Las consecuencias de la destrucción de los recursos naturales van
mucho más allá del atentado ecológico o estético. Para Francisco, la
destrucción de la biodiversidad pone “en peligro la existencia misma de
la especie humana”.
El Papa menciona un “derecho de ambiente”, y pone al ser humano como
parte de ese ambiente. Lo cual obliga a que el ser humano entienda los
“límites éticos” que existen en su interacción con la Naturaleza.
“Cualquier daño al ambiente, por tanto, es un daño a la humanidad”.
Además, cita la creencia de las religiones monoteístas de la
Creación. La Naturaleza es obra de Dios, que ha entregado al hombre para
que la utilice con respeto. “No puede abusar de ella y mucho menos está
autorizado a destruirla”.
10. Se quieren imponer falsos derechos cuando no se han cubierto los derechos básicos.
Buena parte de la prensa mundial parece extrañada de que el Papa
apenas se refiera a controversias clásicas en la información eclesial,
como el aborto, la homosexualidad o la contraconcepción. Realmente el
Papa sí lo hace en muchos discursos, aunque de manera indirecta, como ha
ocurrido este viernes.
Ha criticado que se promuevan “falsos derechos”, (en referencia
implícita a los programas de contraconcepción y aborto promovidos por la
ONU en países del Tercer Mundo,
o el matrimonio homosexual que se ha impuesto en muchas legislaciones
occidentales), al tiempo que se excluye “a grandes sectores indefensos,
víctimas más bien de un mal ejercicio del poder”.
En este sentido, Francisco critica el maridaje espurio entre poder
político y económico, que ha promovido “la cultura del descarte”
“Los más pobres (...) son descartados por la sociedad, son al mismo
tiempo obligados a vivir del descarte y deben sufrir injustamente las
consecuencias del abuso del ambiente”, afirma el Pontífice.
11. No al relativismo: existen las verdades absolutas y los límites éticos.
Tanta insistencia en el mensaje social, en aparente detrimento del
espiritual, llevó al Papa a bromear con los periodistas en su habitual
rueda de prensa en el avión: “Si hace falta rezar el credo, estoy
dispuesto a hacerlo”.
Pero Francisco es un firme promotor de los valores universales y,
como consecuencia práctica de estos, de los límites éticos. Y vuelve a
poner como ejemplo la defensa del medioambiente y la lucha contra la
exclusión, que “exigen el reconocimiento de una ley moral inscrita en la
propia naturaleza humana, que comprende la distinción natural entre
hombre y mujer (cf. Laudato si’, 155), y el absoluto respeto de la vida
en todas sus etapas y dimensiones (cf. ibíd., 123, 136)”.
Con estas palabras, el Papa estaba dejando muy claras tanto su
oposición a las políticas antinatalistas, muchas de ellas promovidas por
la ONU, como a la teoría de género que impregna muchas legislaciones
occidentales. También ha criticado “la colonización ideológica a través
de la imposición de modelos y estilos de vida irresponsables y extraños a
la identidad de los pueblos”, con la que se pretende someter a países
del Tercer Mundo con la excusa de promover el progreso social.
12. El mundo no puede dar la espalda a la trascendencia ni a lo sacro.
Como conclusión de todo lo anterior, el Papa ensalza “la sacralidad
de cada vida humana, de cada hombre y cada mujer, de los pobres, de los
ancianos, de los niños, de los enfermos, de los no nacidos, de los
desocupados”.
La ONU, según el Papa, debe huir de las tendencias laicistas
justificadas como expresión del racionalismo en el ejercicio del poder.
“La casa común de todos los hombres debe también edificarse sobre la
comprensión de una cierta sacralidad de la naturaleza creada. Tal
comprensión y respeto exigen un grado superior de sabiduría, que acepte
la trascendencia”.
Y una caricia: la ONU es imprescindible como expresión del diálogo universal.
El Papa no ha escatimado elogios para la labor que desde hace 70 años
ha llevado a cabo la ONU. Ha resaltado sus contribuciones al derecho
internacional y su incuestionable empeño por defender los derechos
humanos en tantas partes del mundo: “Todas estas realizaciones son luces
que contrastan la oscuridad del desorden causado por las ambiciones
descontroladas y por los egoísmos colectivos”.
Aunque no omite los graves problemas del mundo, reconoce que, si no
hubiera existido la ONU, le hubiera deparado un futuro mucho peor: “Si
hubiera faltado toda esa esta actividad internacional, la humanidad
podría no haber sobrevivido al uso descontrolado de sus propias
potencialidades”.
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