La Habana.- El papa Francisco hizo hoy un
llamamiento a los religiosos y religiosas cubanos para que sean pobres y
misericordiosos y dediquen sus vidas a los que denominó los “más
pequeños”, los “descartes” de la humanidad.
Francisco eligió improvisar una homilía en la Catedral de la capital
cubana después de escuchar, consecutivamente, los testimonios del
cardenal Jaime Ortega, arzobispo de la archidiócesis de La Habana, y de
la hermana Yaileny Ponce Torres, Hija de la Caridad. “Voy a darle la
homilía al cardenal para que la lean y la mediten”, dijo el papa sobre
el texto que tenía preparado de antemano y que decidió no leer en la
ceremonia.
El pontífice optó por comentar los testimonios de pobreza y de
misericordia que ambos religiosos expusieron en el oficio de vísperas
celebrado en el templo y utilizó un lenguaje llano con ejemplos tomados
del Evangelio o de la vida religiosa cotidiana.
Después de que Ortega declarara que la Iglesia cubana es “una Iglesia
pobre” y que por eso es solidaria y fraternal, el pontífice aprovechó
para comentar que lo mejor que le puede pasar a una institución
religiosa que tenga el propósito de prosperar mediante sus finanzas es
acabar con un administrador con poca destreza.
“Dios es tan bueno que les manda un ecónomo desastroso que les lleva a
la quiebra”, bromeó el papa para a continuación recordar- “nuestra
santa madre Iglesia es pobre, Dios la quiere pobre como quiso pobre a
nuestra santa madre María”. Y añadió que “la pobreza era el muro y la
madre de la vida consagrada, madre porque engendraba más confianza en
Dios y muro porque la protegía de toda mundanidad”.
“El hijo de Dios se hizo pobre, se hizo nada, se humilló para ser uno
de nosotros”, insistió el jesuita Francisco quien recomendó con un
guiño a los sacerdotes, consagrados y consagradas- “creo que les puede
servir lo de san Ignacio, y no es propaganda de familia”, en alusión al
santo español fundador de la orden del pontífice argentino.
Bergoglio comentó el testimonio de la Hija de la Caridad, una joven
que explicó a los asistentes cómo lloró cuando supo que la destinaban a
una institución de enfermos con patologías relacionadas con
encefalopatía crónicas. “A vos te mandaron donde no querías ir y
lloraste (…) y no quiere decir que seas llorona, ¡Dios nos libre de la
monjas lloronas que siempre se están lamentando!”, bromeó el papa, que
arrancó así las risas de los participantes en un inusual oficio de
vísperas.
“No es mío, es de Santa Teresa”, advirtió a continuación, y le dijo a
la monja- “lloraste porque pensaste que en un colegio podías hacer más
cosas (…) y te mandaron ahí, a la casa de misericordia, donde la ternura
y la misericordia del Padre se hacen más patentes”.
Esos son los lugares, dijo el papa, “donde la ternura y la misericordia de Dios se hacen caricia”.
“Hermano sacerdote, obispo, no le tengás miedo a la misericordia,
deja que fluya por tus manos (…) ese o esa que están allí son el más
pequeño y por lo tanto es Jesús, esto es lo que se me ocurre decir tras
haber escuchado a estos dos profetas”, como calificó al cardenal y a la
monja.
“Que el señor nos conceda esta gracia- pobreza y misericordia, porque
ahí está Jesús”, terminó el papa antes de continuar con el oficio
vespertino, el penúltimo acto de su segunda jornada en La Habana, previo
a un encuentro con jóvenes en el Centro Padre Félix Varela.
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